ASí SE VUELA EN LA MEJOR CLASE BUSINESS DE EUROPA

"Es como si Pegaso volviera a volar". Este comentario, escuchado en la cabina de business en el vuelo AF0014 entre París-Charles de Gaulle y el aeropuerto internacional John F. Kennedy de Nueva York es mucho más que una metáfora. Sobre todo, porque la retina rápido se fija en el emblemático logo con la que la compañía aérea francesa comenzó su andadura en 1933 retroiluminado en el lateral del asiento.

Por entonces, este símbolo ya causó sensación e intrigó a muchos viajeros. De hecho, el pasajero más perspicaz se dará cuenta de que no es un mero Pegaso. Es la fusión de dos mitologías, la griega y la vietnamita, ya que su cola es la del dragón de Annam, el emblema de la familia imperial de Vietnam. Aunque esta combinación, e la que resulta una especie de caballo de mar con alas, podría parecer una incongruencia para una compañía de transporte aéreo, por aquel entonces aún existía en la industria una controversia sobre la supremacía de los aviones sobre los hidroaviones. 

Si bien con los años el logotipo de la compañía se fue simplificando hasta ser un mínimo acento acompañado de una tipografía icónica, el caballito de mar alado siempre ha estado ahí como símbolo de distinción. Y ahora más que nunca, dando la bienvenida a los pasajeros a los asientos de la renovada clase business que Air France está incorporando en sus aeronaves Boeing 777-300 y Airbus A-350. Lejos de ser un primer guiño a bordo, este detalle preludia una experiencia en la que esta compañía deja claro que sus más de 90 años de vida no son un mero hito. Son las moléculas de un ADN inconfundible. 

  

LA CONSAGRACIÓN DE LA ELEGANCIA

El resultado de esta apuesta por lo emblemático hizo que en 2023 los premios Skytrax -conocidos con el manido sobrenombre de «Oscars de la aviación» reconocieran a esta aerolínea como la séptima mejor aerolínea del mundo, puesto que comparte con su clase business en el ranking mundial.

Una posición que se acentúa si se filtra por compañías europeas, donde su liderato es incontestable. Porque lo siguiente en lo que se fija el pasajero cuando vuela en esta clase business es que la consabida elegancia francesa está presente en muchísimos detalles: en la espiga de la moqueta, en el azul Air France de sus asientos de cuero plena flor francés o en el armonioso neceser realizado con materiales reciclados con la que la aerolínea obsequia a estos viajeros. 

Pero esta estética no está vacía de avances tecnológicos y de confort. A una disposición en espiga (que permite que todos los pasajeros tengan acceso directo al pasillo), hay que sumarle una butaca que se transforma en una cama con un longitud de casi de dos metros y que se maneja mediante un sencillo mando de control y una privacidad total gracias a una ingeniosa puerta corredera. Y, por supuesto, no podría falta la pantalla, de 17,3 pulgadas de puro 4K HD con más de 1.500 horas de entretenimiento con bastante contenido en castellano y unos auriculares con los que aislarse por completo.

En la primera hora de vuelo, el viajero ya constata que su fórmula de éxito y es la combinación de la tradición y savoire faire francés con los últimos avances de confortabilidad en la cabina. Como si lo futurista hubiera encontrado la fórmula de la elegancia. Y viceversa. 

 

LO FRANCÉS Y LO SOSTENIBLE

Tras esta estimulante toma de contacto llega uno de los puntos fuertes de cualquier compañía con genes franceses: la gastronomía. Ya la saliva se dispara días antes, cuando el pasajero recibe un correo en el que se le insta a elegir los platos principales de cada comida o cena a bordo. No obstante, hasta que un tripulante no viste la mesa con suma delicadeza es difícil adelantarse a lo que sucede a 10.000 pies de altitud. 

El órdago culinario de Air France es tal que el diseño de los menús de Business y La Première (su primera clase) cambia periódicamente para no estancarse, siendo un chef diferente con estrella Michelin en responsable de diseñar el menú de cada temporada para los vuelos que parten de París.

El pasado 18 de abril se presentaron los platos creados por Arnaud Lallement, poseedor de tres Estrellas Michelin en su restaurante L'Assiette Champenoise en Tinqueux (cerca de Reims). Nueve recetas que van desde los raviolis de cangrejo y gambas con salsa de curry de Bretaña y espinacas salteadas a la polenta con verduras salteadas, crema de berenjena y coulis de pimiento rojo. Todo ello culminado con los postres concebidos por Nina Métayer, galardonada como mejor chef repostera mundial en 2023 según la Unión Internacional de Panaderos y Pasteleros.

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Y sin embargo, no todo es creatividad en el paladar, ya quela apuesta por la sostenibilidad de Air France también se aplica en sus cocinas. En todos sus vuelos con salida desde París garantizan que todas las carnes, aves, huevos y productos lácteos son de origen francés mientras que la mayoría de los pescados están certificados por los máximos estándares de pesca sostenible. Por su parte, los menús infantiles utilizan solo vegetales y hortalizas ecológicas. Un broche coherente a esta apuesta por el sabor. 

A día de hoy, la nueva clase Business de la compañía francesa está disponible en los trayectos desde París a Nueva York (tanto JFK como Newark), Boston, Houston, Río de Janeiro, Bangkok, Dakar, Tokio-Haneda, Hong Kong, Seúl Incheon, Shanghái y Johannesburgo, mientras que en verano se ampliará a los trayectos que unen la capital gala con Toronto, Chicago, Vancouver, San Francisco, Los Ángeles, Papeete, Ciudad de México y Tokio-Narita.

UNA CONSTELACIÓN DE SALAS VIP

Si la estética y la gastronomía son el punto fuerte de la experiencia a bordo, el preludio del vuelo es otra de las singularidades de Air France. Frente a las nuevas compañías que vienen de Oriente Medio y Asia cuyos alardes de infraestructuras se circunscriben solo a sus aeropuertos base, la aerolínea francesa cuenta con una red de salas VIP propias por todo el mundo que logran mantener el estándar de calidad que se ofrece en los vuelos ya en tierra. 

Aeropuertos como los de Bangkok, Duala (Camerún), Lagos (Nigeria), Boston, Houston, Montreal, JFK-Nueva York, San Francisco y Washington cuentan con sus propios espacios VIP con el sello de esta aerolínea. Es decir, gastronomía cuidada, diseño armonioso e, incluso, una sala de tratamientos de la firma Clarins para embellecer la experiencia. Todo ello sumado a las cinco salas VIP para clase Business que tienen en París-Charles de Gaulle (más una destinada a la clase La Première) y las dos que poseen en París-Orly que demuestran que un vuelo perfecto no transcurre únicamente entre el despegue y el aterrizaje. 

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